El indiscutible dominio tecnológico y de mercado de los servicios en la nube de compañías estadounidenses, especialmente de AWS, Google Cloud y Microsoft Azure, está poniendo en un serio aprieto a los operadores de telecomunicaciones europeos, porque necesitan el soporte de estas compañías para dar servicios competitivos a sus clientes empresariales pero, a la vez, les crea una insostenible dependencia a medio plazo. La obligación de que los datos creados en la Unión Europea residan en centros de datos alojados dentro de sus fronteras propicia el establecimiento de acuerdos beneficiosos para ambas partes, pero se duda de que se pueda separar el dato del servicio y cumplir escrupulosamente con la legislación comunitaria de privacidad de la información.
La pandemia ha provocado, entre otros, un espectacular crecimiento de la demanda de servicios empresariales en la nube por parte de todas las empresas en el último año. El aumento, del orden del 35% anual en los últimos dieciocho meses, no es nuevo e incluso se ha ralentizado ligeramente en porcentaje, pero ha provocado que el mercado mundial de servicios de infraestructura en la nube se haya casi triplicado en tres años: de 16.000 millones de dólares en el primer trimestre de 2018 a 41.800 millones de dólares en el mismo periodo de 2021, según las estimaciones de la consultora Canalys.
Con este ritmo de crecimiento, que probablemente aumentará, el mercado rozará los 50.000 millones de dólares a finales de este año y puede superar los 70.000 millones de dólares a finales del año que viene. La consultora Gartner prevé que la industria de servicios en la nube crezca a un ritmo tres veces superior al mercado global de tecnologías de la información y comunicaciones entre 2019 y 2022, según ha declarado en un reciente informe.
Como puede observarse en los dos gráficos superiores, el 58% de este inmenso mercado está en manos de tres compañías estadounidenses: Amazon Web Services (AWS), con el 32% del total, seguida de Microsoft Azure con 19% y de Google Cloud con el 7%. Le sigue por detrás, con cerca del 5%, la compañía china Alibaba, y ya muy retrasadas otras dos compañías chinas, Tencent y Baidu, que, no obstante, tienen un crecimiento anual incluso superior a las tres grandes tecnológicas estadounidenses.
En dura pugna con todas ellas se encuentra IBM, que a mediados de mayo anunció su deseo de acelerar su oferta de nube híbrida y de servicios de inteligencia artificial. Oracle y Salesforce son las otras dos compañías estadounidenses que tampoco quieren quedarse atrás, aunque su tamaño en el mercado de servicios en la nube es muy inferior, pero también con fuertes crecimientos. SAP es la única compañía europea importante en este sector, junto a las japonesas Fujitsu y NTT DoCoMo, como evidencia el gráfico inferior, de la consultora Synergy Research.
El gráfico de Synergy Research pone de manifiesto que, según sus cálculos, el dominio de AWS, Azure y Google Cloud no sólo crecerá sino que lo hará más deprisa que el resto de las compañías, hasta acaparar cerca de tres cuartas partes del pastel total. Las únicas que pueden hacer algo de sombra a las tres grandes, y relativamente, porque parten de un tamaño muy inferior, son las tres compañías chinas.
Alibaba, después de recibir un serio aviso de las autoridades monetarias chinas, parece que se ha llegado a una solución de compromiso para que siga ofreciendo en su país y el Sudeste asiático servicios empresariales muy competitivos, pero a cambio de limitar drásticamente su expansión en los servicios puramente financieros. Las compañías estadounidenses restantes continuarán siendo importantes, según Synergy Research, pero de nicho. HP, Cisco y Dell libran por ello una dura batalla por quedarse con algo más que migajas de este inmenso pastel.
En el gráfico de Synergy se ve claramente que AWS mantiene su cuota de alrededor de un tercio del mercado total, en pleno crecimiento, mientras que Microsoft Azure ha duplicado su cuota en los últimos cinco años, del 10 al 20%. Entre las grandes, las únicas que crecen son Google Cloud y las compañías chinas, mientras que IBM va ligeramente a la baja. El resto de compañías no ha seguido el devastador ritmo marcado por AWS y Azure y su participación ha pasado en los últimos cinco años de algo más de un 40% a algo menos del 30%.
Europa, en el ojo del huracán
Como siempre ocurre en los mercados de gran crecimiento y bien consolidados, las miradas de todos están puestas en el continente europeo. El mercado norteamericano es un coto cerrado para las empresas estadounidenses, como también el mercado chino y el japonés para sus respectivos grupos empresariales. El gran territorio que queda por conquistar es la Unión Europea, ahora sin la Gran Bretaña, que podrá ir a su aire pero que difícilmente podrá acceder al continente europeo con la nueva relación.
La Unión Europea se ha querido proteger de la invasión de compañías de fuera, primero con la directiva de privacidad de datos, que establece entre otras cuestiones que los datos deben almacenarse y permanecer dentro de sus fronteras y con dos propuestas legislativas de alcance, la DSA y la DMA. Sin embargo, como quedó claro en el reciente consejo de competitividad celebrado en Bruselas, se duda que con el redactado actual de estas propuestas de directiva se pueda asegurar la privacidad de los datos de los usuarios y empresas comunitarias y por eso se quiere reforzar.
El problema principal al que se enfrenta Europa es conceptual: cómo lograr que la información de usuarios y empresas de la Unión Europea que está almacenada en los centros de datos no salga al exterior de sus fronteras y, al mismo tiempo, permitir que los datos puedan ser tratados para extraer el valor de los mismos por compañías y grupos tecnológicos globales, que tienen sus recursos distribuidos por todo el mundo y la información e “inteligencia” generada totalmente interconectada.
El problema es cómo lograr que la información de usuarios y empresas de la Unión Europea no salga al exterior y que los datos puedan ser tratados para extraer el valor de los mismos por compañías y grupos tecnológicos globales
La Comisión Europea y sus Estados miembros hace años que son plenamente conscientes del reto para su soberanía que supone tener los datos alojados en nubes de información de compañías de fuera de la Unión Europea. Por eso, hace justamente un año, se oficializó la creación de Gaia-X, una infraestructura digital totalmente soberana, que ya llevaba más de un año gestándose y se habían realizado numerosos trabajos, especialmente por parte de Alemania y Francia, los dos países que más tenían a perder, por la importancia de sus respectivos mercados, y también más a ganar si se lograba el objetivo propuesto.
Gaia-X debía estar plenamente operativa “a principios de 2021”. En el día del anuncio oficial de su creación, el ministro de Economía alemán, Peter Altmaier, dijo que “Gaia-X no es más que el punto de partida” y no escondió los inmensos retos, especialmente tecnológicos, que suponía, porque el objetivo es federar a todos los servicios de tecnologías de la información europeos y que sean tan competitivos y completos como los que ahora ofrecen las compañías estadounidenses y chinas de este mercado. Para ello, añadió, se quiere abarcar el máximo del mercado doméstico europeo y conseguir una facturación del orden de 1.500 a 2.000 millones de euros anuales.
Microsoft se mostró dispuesto a colaborar en la creación de Gaia-X, como también aseguraron Amazon y Google poco después, aunque no dejaba de ser sorprendente que se pudiera aceptar esta colaboración por parte de la Unión Europea de unos adversarios a los que se quería poner bajo control. En cualquier caso, la Comisión Europea ha seguido con su empeño legislativo para reforzar la soberanía europeo en el mundo digital y lograrla en el 2030, ejemplarizada a mediados de marzo con el anuncio del Digital Compass 2030.
Los pilares de esta estrategia eran dos proyectos de ley, la DSA y DMA, que, como se ha dicho, ahora se quieren reforzar. El problema, aparte del conceptual antes expresado, es que se quiere ser soberano y al tiempo mantener la libertad de acción y actuación de todas las empresas en el territorio comunitario. Algo que el refranero español ve difícil, cuando dice que “no se puede estar en Misa y repicando” o, en el mismo sentido, “no se pueden tocar las campanas e ir a la procesión”.
Las operadoras europeas pueden ser el árbitro
Ante esta disyuntiva, será crucial el papel que vayan a jugar las operadoras de telecomunicaciones europeas. Dependerá de la forma en que resuelvan el dilema planteado de ofrecer servicios de telecomunicaciones avanzados y recurrir, como ya están haciendo, a las grandes tecnológicas estadounidenses, con el fin de que alojen en sus nubes gran parte de los datos de sus usuarios y procesen la información para ofrecer un servicio de mayor valor añadido, todo ello sin pérdida de confidencialidad.
Michael Trabbia, director de tecnología de la operadora francesa Orange, en un reciente encuentro con periodistas para dar cuenta del acuerdo de Orange con Google Cloud para el desarrollo de sistemas de analítica de datos y de inteligencia artificial, reconoció que no se podía pretender desarrollar una capacidad tecnológica equivalente con una empresa del tamaño de Orange a la que tienen las grandes compañías estadounidenses que operan a nivel mundial en el mercado de servicios en la nube.
Las operadoras de telecomunicaciones europeas parece que están resignadas a depender de las tecnológicas estadounidenses, escribió recientemente Iain Morris en el portal especializado en telecomunicaciones Light Reading. Y añadió que el acuerdo de colaboración entre Orange y Google Cloud es muy similar al que iniciaron a finales de 2019 Vodafone y Google Cloud. En su día, Johan Wibergh, director de tecnología de la operadora británica Vodafone, aseguró a la agencia de noticias financieras Bloomberg que su compañía no podía hacer la tarea sola y que Google Cloud cuenta con unas tecnologías altamente competitivas para reemplazar las que tiene Vodafone, que se están quedando obsoletas.
Los responsables de tecnología de las operadoras europeas aseguran que los datos de sus usuarios que alojan son plenamente confidenciales y no se cederán a terceros, con la firma de un compromiso explícito
Vodafone, antes del acuerdo con Google Cloud, contaba con una plataforma de datos propia que funcionaba con un sistema comparativamente menos potente llamado Hadoop y alrededor de 600 servidores físicos de su propiedad. También, a mediados del año pasado, Telefónica llegó a una alianza con Google Cloud para impulsar su negocio de computación en la nube y sacar mayor partido a sus centros de datos, al tiempo que Google aprovecharía la infraestructura de de centros de datos de Telefónica y ampliaría los suyos en España.
Es probable que las operadoras europeas, incluso las más grandes como las citadas, deban ponerse en manos de las grandes tecnológicas estadounidenses para ofrecer un servicio de telecomunicaciones de gran valor añadido. Pero, como alertan los expertos, de poco servirá si toda su infraestructura tecnológica depende de terceros, que además son los que controlan todo el negocio de la computación en la nube. Las operadoras europeas siempre se han quejado de que ellas se hacían cargo de las grandes inversiones en cable y estaciones de radio móviles y otras compañías, como Facebook o Netflix, aprovechaban la infraestructura fija y móvil para quedarse con la mayor parte de los beneficios.
Ahora, el trabajo a distancia, o como mínimo híbrido que ha acelerado la pandemia, empieza a ser la norma. La mayoría de empresas ya tienen, o quieren tener, gran parte de sus recursos alojados en la nube y con servicios de proceso y programación incluidos. Las operadoras reconocen que el puro servicio de alojamiento de datos en la nube ya no es suficiente y que las empresas quieren disponer de servicios de proceso de datos similares a los que ofrecen las grandes tecnológicas estadounidenses. “Ofrecer banda ancha no es suficiente, hay que dar algo más”, aseguran en privado.
El problema es el nivel de intermediación que tendrán las operadoras europeas en un próximo futuro. Si sólo ofrecen las licencias de banda ancha móvil y las redes de acceso fijo y la infraestructura de cableado a los clientes hasta la llegada al procesamiento de los datos en la nube y su reenvío, el grueso del servicio de valor añadido y sus beneficios quedará en manos de las tecnológicas. Pasará algo similar a cuando suministraban sólo Internet y banda ancha, con la diferencia de que los servicios de valor añadido del futuro serán mucho más importantes y, por ende, su rentabilidad.
La baza de la confidencialidad y la nube segura
Las operadoras europeas tienen pocas bazas para decantar la balanza a su favor. En realidad, aparte de que cuentan con las licencias de telefonía móvil y con las redes capilares de acceso a los consumidores, la carta por jugar es la confidencialidad de los datos de los consumidores europeos y de sus empresas. La ventaja es que la Unión Europea tiene una de las leyes de privacidad más restrictivas, con la directiva de protección de datos traspasada a todos los Estados miembros, que prohíbe que los datos se vayan fuera de la Unión Europea y exige el consentimiento explícito de su utilización por parte de los usuarios europeos.
Los responsables de tecnología de las operadoras aseguran que los datos de sus usuarios que alojan son plenamente confidenciales y no se cederán a terceros y han firmado un compromiso explícito, por lo que pueden ser demandados en caso contrario. Hasta ahora, no se ha dudado de que sea así, en parte porque retenían el control del alojamiento de los datos y porque el proceso de la información era mínimo y los datos podían seguir siendo confidenciales con distintos sistemas de encriptación.
Con el suministro a los clientes de información cocinada por terceros, en un sistema de centro de datos alojado en cualquier parte, asegurar la soberanía y confidencialidad de la información es un proceso mucho más complicado. Mientras los datos están alojados en servidores, es relativamente sencillo garantizar la información. Cuando parte de estos datos se envían a un tercero para que los procese y los devuelva, que además no tiene por qué estar sometido a las leyes de la Unión Europa, es más fácil que la cadena de custodia contenga eslabones más débiles. Sólo hay que ver la creciente actividad de los hackers, que ponen en jaque a los sistemas más robustos.
Este temor a la creciente fragilidad de las redes de telecomunicaciones europeas con el auge del cloud es lo que probablemente ha dado pie a que Francia haya elaborado una estrategia para tener unas “nubes de confianza”. Las operadoras francesas ya se han puesto manos a la obra para obtener este “sello de confianza”. La idea propugnada es crear una empresa conjunta entre la compañía europea que ofrece el servicio, como una operadora, y otra compañía que se encarga del proceso de la información en la nube, sea una tecnológica estadounidense o cualquier otra compañía.
Si la empresa europea es la principal encargada de la gestión de los datos, es factible que no haya muchas fugas indeseadas de información, especialmente si retiene su control. Por lo pronto, Orange, Free y Bouygues Telecom, tres de la cuatro operadoras principales francesas de telecomunicaciones ya han creado empresas conjuntas con tecnológicas para obtener el sello de “nube de confianza”. La cuarta, SFR, está en ello.
Bouygues Telecom acaba de crear Bouygues Telecom Entreprises OnCloud, una entidad independiente con su propia estructura, equipos y dos centros de datos, para ofrecer servicios de nube privada, híbrida y pública a quien lo requiera y garantiza que serán “seguros”. Sigue los pasos de Free, que se ha asociado con Scaleway, y de Orange, que se ha asociado con CAP Gemini, una empresa francesa muy conocida por los anteriormente conocidos como servicios informáticos, y con Microsoft como “socio estratégico”. Se supone que la autoridad francesa que debe conceder el sello de confianza examinará el alcance de este acuerdo con Microsoft para que se cumplan todos los requerimientos de seguridad de la información.