Las operadoras de telecomunicaciones móviles se ven forzadas a aumentar drásticamente la eficiencia energética de sus redes a corto plazo para reducir, o como mínimo mantener, los costes de funcionamiento del servicio. El problema que tienen las operadoras es que, al descargarse y procesarse más datos, aumenta mucho el consumo de energía eléctrica y, consecuentemente, los costes operativos, que no pueden trasladar directamente al usuario final debido a la guerra de precios actual. No queda, por tanto, otro remedio que reducir el consumo de energía en las redes, una solución difícil y compleja de llevar a la práctica.
Los costes operativos de una red móvil representan para el operador alrededor de una cuarta parte del coste base, o el 10% de la facturación. A su vez, alrededor del 90% de los costes de la red se destinan a pagar la energía consumida, fundamentalmente energía eléctrica. La mayor parte de esta electricidad se consume en la red de enlace (RAN), porque en los centros de proceso de datos y en el trasporte de los datos por la red se gasta una proporción mucho menor de energía.
Las redes 4G y 5G son más eficientes energéticamente que las 2G y 3G; es decir, consumen menos kilowatio-hora por gigabyte (kWh/GB). Pero, como circulan muchos más datos por las redes 4G y 5G que con las anteriores generaciones de telefonía móvil, el resultado final es que el consumo de energía no para de crecer y, consecuentemente, la factura energética de los operadores aumenta sin cesar.
La llegada de 5G y la mayor descarga de datos han disparado el gasto en energía de los operadores y reducido su margen bruto de explotación, que tradicionalmente era de un tercio de la facturación
Hasta la llegada de 5G, los costes operativos de las redes móviles eran relativamente reducidos y estables, en torno al 10% del total, mientras que los gastos de gestión, administración y mantenimiento de la red estaban en torno al 45%. La inversión en equipos (capex) a mediados de la década pasada era del orden del 13%, e incluso inferiores a finales de la década, porque las grandes inversiones en redes 4G ya se habían realizado y amortizado. Esto hacía que el margen bruto de los operadores era aproximadamente de un tercio del total de la facturación, como se ve en el gráfico siguiente con el ejemplo del operador estadounidense Verizon, extraído del informe “Green is the new black” de GSMA Intelligence, la asociación que reúne a la mayoría de los operadores del mundo.
En el gráfico se aprecia que la proporción del capex de Verizon respecto a la facturación total bajó considerablemente en 2018, quedando en el 9%, mientras que en 2019 subió al 17%, en gran parte debido a las inversiones realizadas en las redes 5G. Los costes de funcionamiento de la red se destinaban principalmente al pago de la energía, en un 23%, mientras que otro 2% era para otros costes de funcionamiento de las redes. El 75% restante era para servicios generales y adquisiciones (SG&A + cost goods, en negro, del gráfico superior).
5G dispara el consumo de energía y de datos
Con la masiva descarga de datos que ya ha permitido 4G, que aumentará exponencialmente con 5G, los costes de la energía no harán sino aumentar, como se refleja en el gráfico inferior del mismo informe. Si en 2019, cuando no había 5G, la mitad de los costes energéticos eran de las redes 2G y 3G y la otra mitad 4G, este año 2021 las redes 5G ya supondrán el 6% del consumo energético total, para alcanzar el 21% en 2025, mientras que el consumo energético de las redes 4G rozarán el 60%.
Como indica el informe, el mayor uso de energías renovables para la generación de electricidad puede hacer bajar el coste de la energía en relación al kilowatio-hora (kWh) consumido, pero como se consumirán muchos más kilowatio-hora por el aumento del tráfico de las redes móviles, la factura energética no hará más que aumentar.
No existe un método eficaz para incrementar la eficiencia energética o reducir el consumo de energía de la red, sino que se tiene que recurrir a estrategias parciales como el mayor uso de energías renovables, el apagado de la red de enlace cuando no está en funcionamiento por medio de sistemas de inteligencia artificial, la utilización de baterías más eficientes o el despliegue de estaciones base descentralizadas, con el mayor consumo energético derivado hacia el Edge.
Para reducir el consumo energético de las redes de telefonía móvil, los Gobiernos, órganos reguladores, operadores de redes móviles y todas las industrias deben colaborar para hacerlo posible
El negocio de las telecomunicaciones siempre se ha basado en el aumento de las redes y de su uso. En las épocas de elevado crecimiento de la facturación anual, como en las generaciones 2G y 3G, los márgenes de beneficio crecían, a pesar de que aumentaran mucho las inversiones en nuevos equipos y las redes no estuvieran utilizadas al máximo de su capacidad. Pero con la llegada de 4G, los costes de instalación y funcionamiento de las redes móviles no han hecho más que aumentar, al mismo tiempo que el crecimiento de la facturación ha bajado gradualmente.
Con 5G, la situación es aún peor, porque la presión a la baja de las tarifas que pagan los usuarios es mucho mayor, pese al aumento de los gigabytes consumidos. La mayoría de los planes 5G que los operadores han introducido en el último año con la llegada de la nueva generación móvil no suponen un incremento de precio respecto a 4G, o cinco euros al mes adicionales lo sumo, con más datos para descargar. En Japón, donde las tarifas de telefonía móvil eran proporcionalmente más elevadas que en otros países, el nuevo primer ministro, Yoshihide Suga, lleva meses presionando a los operadores para que bajen sus tarifas.
A mediados de diciembre, NTT DoCoMo anunció que a partir de abril bajará el 13% la tarifa mensual, el primero de los tres grandes operadores nacionales que ha hecho caso a su primer ministro. La tarifa quedará en 6.650 yen (52 euros), 1.000 yen menos que la actual para 5G con hasta 100 GB mensuales. Justamente, NTT anunció la semana pasada que ha llegado a un acuerdo con la prefectura de Iwate, donde en 2011 se quedó sin electricidad a causa del devastador terremoto y posterior tsunami, para utilizar el 30% de sus necesidades de energía con fuentes renovables. La infraestructura de telecomunicaciones de NTT consume el 1% de toda la electricidad generada en Japón, por lo que la compañía ha decidido aumentar la utilización de fuentes de energía renovables y alcanzar la emisión nula de carbono en 2050.
Recurrir a fuentes renovables
Los planes de NTT parecen, de entrada, poco ambiciosos. En el informe “Green is the new black” de la GSMA, se especifica que Telefónica prevé alcanzar el consumo nulo de energía en 2030, en línea con lo anunciado por la compañía, en sus mercados español, alemán, británico y brasileño, mientras que Vodafone y Verizon prevén lograrlo en 2040. Como se indica en el gráfico inferior, Telefónica prevé reducir el 70% de sus emisiones de CO2 en 2030, mientras que Verizon ha anunciado que reducirá la intensidad del carbono a la mitad en 2025 y Vodafone las emisiones de CO2 a la mitad en 2025. Este año, Vodafone ha anunciado que la totalidad de la electricidad consumida en sus redes europeas procederá de fuentes renovables, mientras que Telefónica lo pospone para 2030 y Verizon a la mitad en 2025.
La principal actuación para reducir el consumo de energía la efectuarán los operadores en la red porque las redes suponen del 90% al 95% del total de energía consumida y las oficinas y tiendas, así como las flotas de vehículos, del 5% al 10%. La energía consumida por los operadores en productos y servicios indirectos, no se contabiliza porque está fuera del alcance de los operadores (las redes de Vodafone y Telefónica, como indica el gráfico superior, consumen el 95% del total de la energía).
El ahorro energético se debe realizar a múltiples niveles, empezando por una buena planificación de la arquitectura de red a utilizar, continuando con el uso de sistemas frugales de energía en la estaciones base y centro de datos y adoptando en las estaciones de enlace los elementos más energéticamente eficientes. Los usuarios también deben tomar conciencia de la necesidad de emplear terminales que consuman poca energía, porque es en los terminales donde más energía se gasta a nivel global, aparte de que así duran más y no necesitan recargarse continuamente.
En las áreas donde no hay acceso directo a electricidad, los operadores se ven obligados a utilizar generadores diesel para garantizar el funcionamiento de sus estaciones base. Una alternativa medioambientalmente más eficiente y menos costosa son las baterías unidas a una placa solar o las soluciones híbridas, con el uso de energía solar, eólica, generador diesel o la toma directa a la corriente, según cada caso.
En las redes de enlace y estaciones base, el apagado de los equipos cuando no se utilizan, aunque sea para un corto intervalo de tiempo, puede ahorrar energía. También es factible poner algunos recursos de red en modo de espera, reduciendo la infraestructura del sitio. La utilización de más antenas, lo que se conoce como MIMO Masivo, puede mejorar también la eficiencia energética según algunos estudios, al poderse transmitir y recibir más datos por cada unidad de energía.
La planificación y ajuste de la red a las necesidades previstas, de todas formas, es esencial, porque interesa que cada estación base esté suficientemente ocupada o que una parte de la misma esté a pleno funcionamiento mientras la otra parte está en modo de espera. No existe, sin embargo, una solución mágica. Como pone de manifiesto el informe de la GSMA, para reducir el consumo energético, los Gobiernos, reguladores, operadores de redes móviles y todas las industrias deben colaborar para hacerlo posible y evitar un cambio climático desastroso. Y como reza su título, para ser rentable hay que ser eficiente en energía.