La crisis global de la cadena de suministros está cuestionando el avance de la digitalización, cuando hasta hace muy pocos años sus efectos positivos se consideraban imparables y acelerados. Primero fue el despertar de Estados Unidos del gran reto que le suponía el desarrollo económico de China, después la pandemia que persiste, seguido por la invasión de Ucrania por parte de Rusia y ahora el fuerte repunte de la inflación y la desaceleración económica, que está provocando el pánico de los mercados de capitales y el hundimiento del valor del bitcoin.
Algunos expertos y consultoras, como expuso Omdia en el 5G Forum de Sevilla la semana pasada, consideran que pese a todo habrá un fuerte progreso de las conexiones 5G en los próximos años. Se deberían pasar de los 500 millones de conexiones 5G de finales del año pasado a los previstos 1.300 millones a finales de este año, para alcanzar 4.800 millones a finales de 2026, sobre un total de 12.000 millones de suscripciones móviles en la misma fecha.
De lograrse este elevado crecimiento de las conexiones móviles en los próximos cuatro años y medio, los 12.000 millones de suscripciones móviles supondrían cerca de una vez y media la población mundial. El 40% de este total de conexiones móviles serían 5G y otro 50% 4G en 2026, unos 6.000 millones, mientras que las conexiones 2G y 3G representarían solamente el 10% restante, 1.200 millones, sostuvo María Rúa Aguete, directora de investigación de la consultora Omdia, como se ve en siguiente gráfico.
Es posible que se cumplan estas previsiones, porque faltan más de cuatro años para finales de 2026 y la situación desalentadora del panorama actual puede dar un vuelco en un par de años. En los últimos doce meses, sin embargo, la situación económica, política y sobre todo social se ha complicado estrepitosamente a nivel mundial, sin mencionar el cambio climático. Lo que queda de 2022 y durante parte de 2023 pueden ser dramáticos si los diversos indicadores y los desequilibrios globales siguen empeorando y no hay un fuerte repunte dentro de un año como máximo.
Es cierto que nos encontramos en la fase más aguda de la crisis económica y social, con multitud de problemas que se van sucediendo y amontonando, sin resolverlos ni poner remedio; simplemente aparcándolos o ignorándolos. Un ejemplo es la diferente estrategia que siguen diversos países para hacer frente a la actual variante de la pandemia, menos mortal pero mucho más contagiosa.
Un millón de muertos por el Covid en Estados Unidos
El New York Times del pasado domingo dedicaba toda la portada con grandes caracteres a resaltar la cifra de un millón del total de fallecidos por ahora por el Covid en Estados Unidos, más que en dos décadas de accidentes de carretera o en los campos de batalla de todas las guerras combinadas del país, como resaltaba el periódico en la misma portada. La cifra de un millón de muertos en Estados Unidos atribuibles al Covid ha sido certificada por el CDCP, el Centro de prevención y control de enfermedades del país, y todos los grandes medios se están haciendo eco estos días.
En muchos países europeos, la pandemia parece cosa del pasado. En España, el uso de las mascarillas es testimonial en las calles y en interiores y sólo se usa en los transportes públicos por obligación de las autoridades. En China, sin embargo, se mantiene una estricta política de Covid cero, con poblaciones de varios millones de habitantes, como Shanghai y sus alrededores, Shenzhen o barrios enteros de la capital, Pekín, totalmente confinados.
Una política tan estricta como la que hace China sería difícil de mantener durante tantos meses en Occidente. También es razonable conjugar la salud con la economía, sin olvidar la salud mental de la población, porque no se puede estar permanentemente enclaustrado. Pero varios expertos apuntan que se han levantado las restricciones con mucha alegría en los países occidentales, como si el Covid fuera cosa del pasado.
Taiwan, que hace tres meses decidió flexibilizar su estricta política de Covid cero tan alabada, se encuentra ahora con un incremento exponencial de los contactos y da una cierta razón a la política de China
Hace un mes, diversas informaciones publicadas en Occidente sugerían que China pronto flexibilizaría su política de Covid cero. Un comunicado oficial de la semana pasada indicaba que esta apertura no se produciría de modo inmediato y el pasado lunes se confirmó que China seguiría con una política estricta de Covid cero en las zonas afectadas. Y eso, a pesar de que esta medida está repercutiendo de forma muy negativa en toda la economía china y mundial y afecta a la logística y al suministro de productos manufacturados, tanto en el mercado interior de China como en sus exportaciones.
Las ventas al por menor en China han caído el 11,1% en abril respecto a un año antes, después de una reducción del 3,5% en marzo, según los datos oficiales conocidos este lunes. La producción industrial se ha contraído el 2,9% en abril, frente a la recuperación del 5% en marzo. Las ventas de automóviles han caído el 48%, hasta los 1,18 millones de vehículos, debido a que muchas fábricas están paradas y los concesionarios no tienen coches para vender. Los analistas, mientras, esperan que la recuperación sea más rápida que la que hubo en 2020 cuando la política de Covid cero se dé por terminada.
Crecimiento exponencial del Covid en Taiwan
En Taiwan, que en marzo de 2020 presentó una estricta política de Covid cero que debía ser temporal pero que se alargó hasta el pasado 24 de febrero, cuando el Gobierno decidió convivir con el virus, se había elogiado la estrategia llevada a cabo en todo el mundo. A mediados de marzo, sólo se detectaron un centenar de nuevos casos, la mayoría importados, pero a mediados de abril ya eran un millar, a finales de abril 10.000, a principios de mayo 30.000 y el pasado 15 de mayo se contabilizaron 68.769 nuevos casos. Hace tres días, habían en la isla 768.543 casos de Covid y casi ninguno importado.
La mortalidad en Taiwan a causa del Covid ha sido hasta ahora muy baja, puesto que hasta mediados de abril sólo se habían contabilizado 854 fallecidos. Pero el auge de las últimas semanas, coincidiendo con el levantamiento de las restricciones, pone en peligro todos los esfuerzos conseguidos desde 2020. En Taiwan, además, alrededor del 20% de las personas de más de 75 años no están vacunadas, primero porque no había vacunas y después porque mucha gente mayor no quiere vacunarse, a pesar de las campañas informativas y las ayudas.
El mantenimiento del confinamiento estricto en numerosos centros industriales de Shanghai y Shenzhen puede provocar una mayor ruptura de la cadena de suministro de productos industriales y de consumo a finales de año
Se teme un fuerte repunte de las personas infectadas y de la mortalidad en las próximas semanas. Están previstas unas importantes elecciones locales en otoño, lo que puede afectar al resultado según la evolución de la pandemia en Taiwan. En cualquier caso, lo que está sucediendo en Taiwan podría probar, según los expertos, que el mantenimiento de una estricta política Covid cero en la vecina China, que además tiene una población genéticamente similar a la de Taiwan, no es desacertada, por mucho que en Occidente no se siga ni ahora tampoco en Taiwan. Corea del Sur y Japón también ven el tema con mucha preocupación, porque está claro que todas las medidas públicas para hacer frente al Covid tienen serios inconvenientes.
La desaceleración en China alarma a Occidente
La pandemia, sea cual sea su incidencia en distintos países, sigue afectando a toda la logística de envío de materias primas, componentes y productos terminados, que en gran parte tiene su origen en China y se exporta a todo el mundo. El PIB de China representó el 18,1% del total mundial en 2021, por debajo del 23,9% de Estados Unidos pero por encima del 17,8% de los 27 miembros de la Unión Europea, según los datos del FMI. Según la ONU, la producción manufacturera de China fue un tercio de la mundial en 2020.
No es extraño, por tanto, que la gran mayoría de países, sea en Europa, Estados Unidos o Australia, se resientan gravemente de la política Covid cero de China y de su desaceleración. Muchas fábricas en Occidente deben ir a medio gas por falta de componentes de todo tipo, como también pasa con las fábricas situadas en China por el estricto confinamiento. Las exportaciones de Corea del Sur y de Taiwan a China cayeron el 3,9% en abril en comparación con el mes anterior, según Goldman Sacks. Como publicó la semana pasada el Wall Street Journal, “durante décadas, el mundo ha dependido del inmenso mercado y de las factorías chinas; ahora que el crecimiento económico de China se tambalea, el sufrimiento se expande globalmente”.
En los más de dos años que llevamos de pandemia, el aprovisionamiento de componentes electrónicos, especialmente semiconductores, se ha ido normalizando; en parte, o como consecuencia, de la caída de la demanda de productos al consumidor final, como smartphones u ordenadores, y de coches por falta de producto. También el aumento de los chips y de los costes de transporte ha hecho aumentar el precio de los productos terminados y, consecuentemente, ha reducido la demanda.
Los clientes de electrónica china, sin producto
Hon Hai Precision Industry, conocida en Occidente como Foxconn y por ser uno de los principales ensambladores de productos electrónicos y el mayor cliente de Apple, también se ve muy afectado por la crisis logística y sus numerosas plantas situadas en China, especialmente Shenzhen, atraviesan graves problemas de suministros de materias primas y componentes, que hace que no puedan atender muchos de sus pedidos. “Muchas de las fábricas de Foxconn en China han funcionado como si estuvieran dentro de una burbuja”, dijo Young Liu, su presidente, la semana pasada en una presentación de resultados.
Foxxconn ha podido mantener un elevado ritmo de producción gracias a su excelente sistema logístico y a un control muy exhaustivo y cerrado en sus factorías, pero así y todo el pasado marzo tuvo que suspender el funcionamiento de varias de sus fábricas en Shenzhen. También su rival Pegatron, el segundo ensamblador mundial de iPhone, tras Foxxconn, ha debido hacer lo mismo. Como consecuencia, Apple ya ha anunciado que en este trimestre puede facturar hasta 8.000 millones de dólares menos por falta de producto. Quanta Computer, que produce gran parte de los Macbook en una fábrica cerca de Shanghai, también tiene los mismos problemas que Foxxconn y Pegatron para suministrar los productos que hace para Apple. Es sólo un ejemplo de la larga lista de afectados de empresas occidentales, y también chinas.
Más de la mitad de los 200 principales suministradores de Apple tienen fábricas en Shanghai (donde están Pegatron o Quanta) o en sus alrededores, como Suzhou (Panasonic, Japan Display y AAC Techologies) o Kunshan (Pegatron, Compal, Unimicron o Auras), que ha sido el último epicentro del Covid en China y donde se han tomado medidas drásticas de confinamiento. La fuerte dependencia de Apple de suministradores y ensambladores localizados en núcleos industriales de China tiene muchas ventajas, como había demostrado Apple hasta hace un año, pero la pandemia ha mostrado con crudeza los inconvenientes.
Aumento del precio de los chips
Los fabricantes de semiconductores, aparte de que no dan abasto a los pedidos solicitados, también se están encontrando con un fuerte aumento de los precios de las materias primas. TSMC, el fabricante taiwanés de chips por encargo, ya ha hecho saber a sus clientes, entre los que se encuentran Qualcomm, NVidia, Apple o su compatriota MediaTek, que a principios de 2023 los precios de sus chips serán “un dígito” más caros, porque las materias primas que se utilizan son más caras. Un desarrollador de chips se ha sorprendido por el segundo aumento de precios de TSMC; con la baja de la demanda pensaba que los precios incluso se reducirían.
Samsung también quiere aumentar el precio de sus chips. Según la agencia Bloomberg, Samsung está negociando un aumento de precio de los chips de hasta el 20% con sus clientes para compensar el crecimiento de los costes. Los diseños de los chips más antiguos son los que tendrán un aumento mayor de precio, cuando tradicionalmente van a la baja con el tiempo. Y es que lo habitual hasta hace poco está quedando obsoleto.
La demanda de productos de electrónica de consumo, como televisores, ordenadores o smartphones, está bajando mucho pero la demanda de chips de potencia, como la que usan los automóviles, los equipos industriales, las instalaciones de energía o de telecomunicaciones, excede en mucho a la oferta, asegura Helmut Gassel, director comercial y miembro del consejo de dirección de la compañía alemana Infineon, el principal fabricante de chips de potencia, en un artículo publicado por Nikkei Asia.
Infineon, dice Gassel, tiene una cartera de pedidos para los próximos doce meses que excede en mucho su capacidad de producción. La compañía dispone de fábricas de semiconductores en Europa, Estados Unidos y Asia. Hace un año, Infineon abrió una nueva planta en Austria y está ampliando la de Malaysia. Para Gassel, es importante deslocalizar la producción de semiconductores y no tener tantas plantas localizadas en Asia.
La industria de semiconductores creció más del 25% el año pasado, superando los 550.000 millones de dólares, y algunas estimaciones apuntan a que superará el billón de dólares en 2030. Este crecimiento tan elevado hace necesaria una diversificación de la producción, para asegurar el suministro de los chips y un crecimiento de la industria a largo plazo. Para Gassel, “la facturación de la industria de semiconductores ha alcanzado un nivel en el que la concentración de la producción en un continente [léase Taiwan o China] es mucho menos importante que lograr las necesarias economías de escala”.
El problema, por un lado, es que los problemas de suministro de chips, materiales y materias primas se agravó con el Covid y ahora mucho más con la invasión de Ucraina por parte de Rusia, sin contar con que Estados Unidos mantiene sus vetos a muchas compañías chinas. Las próximas semanas serán críticas, porque deben empezarse a fabricar y ensamblar los productos para finales de año que, aunque la demanda baje, seguirá siendo elevada.
Las expectativas no son buenas. La Comisión Europea acaba de revisar a la baja expectativas de crecimiento en la zona euro, del 2,7% este año frente al 4% previsto antes de la invasión de Ucraina (en España el 4% frente al 5,6% estimado en febrero), y del 2,3% para 2023. La previsión de la inflación en la zona euro se sitúa en el 6,1% para este año (del 6,8% en la Unión Europea de los 27) y del 2,7% en 2023, cuando la anterior previsión de la Comisión para la zona euro era del 3,5%. Una ruptura total del envío de gas a Europa procedente de Rusia podría hacer aumentar mucho esta elevada inflación prevista.
Si los casos de Covid aumentan mucho en Taiwan en las próximas semanas y si China debe mantener su política de Covid cero para tener a raya las infecciones, las cadenas de suministro y la logística de productos manufacturados pueden verse en graves aprietos y no poder atender la demanda. La digitalización en los países industrializados podría verse afectada por falta de productos. La espiral inflacionaria y la guerra en Ucraina fortalecerían estos negros augurios, si no se logra una desescalada del conflicto y una solución de compromiso quye permita volver a una cierta normalidad.
Los expertos hace tiempo que alertan de la necesidad de repensar completamente el modelo de globalización imperante, no necesariamente de desglobalizar la producción y las cadenas de suministro ni de ralentizarlas sino de diversificar los centros de producción y de diversificar las cadenas de suministro, de forma que no estén centralizadas como ahora en Asia-Pacífico.
Lo que no se ve viable es que cada región del mundo sea autosuficiente, ni en productos manufacturados ni en recursos naturales. El pasado lunes, la Unión Europea y Estados Unidos acordaron una mayor cooperación en varios temas, entre ellos la investigación, el diseño, la producción y el encapsulado de semiconductores. Pero los problemas son muy numerosos y acuciantes, que no se resolverán a corto plazo por mucha voluntad de entendimiento que haya.