Las grandes potencias se han dado por fin cuenta de la gran importancia estratégica que tiene la fabricación de chips muy avanzados por encargo y que ahora está prácticamente en manos de dos compañías, TSMC y Samsung (Intel apenas fabrica para terceros). Mientras Estados Unidos y la Unión Europea llevan meses debatiendo cómo pueden revertir esta situación, la nueva Administración de Japón también ha tomado cartas en el asunto y está firmemente decidida a revitalizar su industria de producción de semiconductores, que a finales de la década de los ochenta superaba la de Estados Unidos pero que ahora apenas representa el 10% de la producción mundial.
El Gobierno del anterior Primer Ministro japonés, Yoshihide Suga, siempre prometió que actuaría para fortalecer la posición de su país en el mercado mundial de semiconductores, pero incluso antes del periodo de incertidumbre sobre quién le sucedería, habían dudas sobre la estrategia a seguir, el grado de compromiso político existente para enderezar el rumbo de Japón en la fabricación de semiconductores y si los grandes grupos industriales japoneses podrían conseguirlo, constata Takeshi Hattoti, ahora consultor en semiconductores y conocedor de los entresijos del sector y del país, en un reciente artículo de Nikkei Asia.
El actual Primer Ministro japonés, Fumio Kishida, nombrado hace un par de meses y que previsiblemente será reelegido el miércoles de la semana que viene, tras el éxito de su partido en las elecciones generales del pasado domingo, es un firme defensor de invertir en ciencia y tecnologías avanzadas para acelerar el crecimiento y aumentar los salarios para generar un nuevo ciclo de crecimiento y distribución de riqueza, acorde con su política de “nuevo capitalismo”.
TSMC ha acordado con Sony construir una planta de chips para sensores de imagen en suelo japonés, con el apoyo gubernamental, con una inversión prevista de un billón de yenes
Una señal clara del nuevo rumbo dictado por Kishida fue el nombramiento, hace tres semanas, de Takayuki Kobayashi como responsable de la seguridad de la economía del país, con prerrogativas dentro de los ministerios de comercio exterior, finanzas y telecomunicaciones. Kobayashi que intervendrá en amplios temas estratégicos y de seguridad tecnológica, como la fabricación de chips, la ciberseguridad o el aprovisionamiento de tierras raras, los elementos de la tabla periódica esenciales para la fabricación de muchos productos tecnológicos y que China acapara ahora cerca del 70% de la producción mundial.
Takayuki Kobayashi señaló, hace unos días, que Japón debería proteger y promover una economía ampliamente basada en la industria, para asegurar que se convierta en “indispensable” para todo el mundo, como publicó hace un par de semanas el Financial Times, un periódico bien informado de los asuntos de Japón (es propiedad de Nikkei, el principal medio económico nipón).
La cuestión, dijo Kobayashi, es cómo se pueden crear áreas de excelencia de tal forma que la comunidad internacional no pueda sobrevivir sin Japón. También reconoció que no se puede revivir la industria de semiconductores con el simple deseo sino que hay que actuar de forma decidida y constante en el futuro.
La incertidumbre sobre los resultados electorales del pasado domingo, que se temía incluso que la coalición gubernamental perdiera la mayoría del congreso, hizo que el nombramiento y las funciones de Kobayashi no se les concediera excesiva importancia. Pero con el resultado electoral, en el que el partido demócrata liberal (LDP) ha conseguido la mayoría absoluta del parlamento con 261 escaños de un total de 465 (aunque con la pérdida de 15 escaños) coloca a Fumio Kishida en una posición de seguir gobernando el país y de llevar a cabo una política más nacionalista acorde con sus promesas electorales, con el estímulo de la economía del país y de un crecimiento más equilibrado gracias al desarrollo de la tecnología.
En los últimos meses, ya se había visto un creciente interés por parte de los grandes grupos industriales por suministrar las materias primas esenciales para fabricar semiconductores tanto a China continental como a Taiwan o Corea del Sur, como lingotes de silicio, rejillas fotolitográficas, maquinaria y equipos diversos y los compuestos químicos o los numerosos gases que se necesitan para fabricar chips. Al fin y al cabo, el subsuelo de cualquier planta de semiconductores está plagado de tuberías por las que circulan distintos gases y se aprovisiona de múltiples compañías, muchas de ellas japonesas, como Tokyo Ohka, Daikin o Shin-Etsu Chemical, aparte de filiales de grupos más conocidos como Mitsubishi, Sumitomo o Hitachi.
Japón paraliza la venta de Kioxia
Otro cambio de actitud se vislumbró a mediados de octubre, cuando al final se paralizó abruptamente la fusión de Kioxia Holdings con la compañía estadounidense Western Digital, una operación valorada en más de 20.000 millones de dólares y que se venía negociando desde principios de año. Con la fusión, se habría creado uno de los mayores productores mundiales de memorias flash, rivalizando con Samsung y Hynix, con una facturación del orden de 40.000 millones de dólares anuales.
Kioxia formaba parte de Toshiba Memory, con una inmensa fábrica de memorias flash en Japón que producía tarjetas y discos de estado sólido para diversas marcas, entre ellas Western Digital, SanDisk, la propia Toshiba y un largo etcétera. A raíz de los problemas de Toshiba, la planta fue comprada por el grupo inversor Bain Capital por 18.000 millones de dólares y Toshiba retuvo el 40% del capital, pasando al año siguiente a denominarse Kioxia.
En 2016, Western Digital, por entonces uno de los principales fabricantes de discos duros junto a la también estadounidense Seagate, adquirió Sandisk, muy conocida por sus tarjetas de memoria que conseguía gracias a su participación en la planta de memorias flash de Toshiba. Con el tiempo, el negocio de discos duros de Western Digital ha ido menguando al tiempo que han aumentando sus ventas de discos de estado sólido, lo que ha hecho que Western Digital estuviera muy interesado en la compra de la participación de Toshiba en Kioxia y que, de esta manera, pasara a controlar totalmente el diseño y fabricación de un activo estratégico tan importante como las memorias flash NAND.
El nuevo Primer Ministro japonés, Fumio Kishida, parece decidido a fortalecer la industria de chips de su país, en línea con las promesas en las elecciones que acaba de ganar
En una cumbre a finales de agosto entre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el entonces Primer Ministro japonés, Yoshihide Suga, se habló de la venta de la participación de Toshiba en Kioxia a Western Digital y parecía que el tema estaba bien encarrilado para que la compañía estadounidense tomara el control de la planta de memorias flash situada en Japón, hasta que hace un mes todo se vino abajo, en parte porque la cotización de las acciones de Western Digital habían caído en los últimos meses y la valoración inicial se había ido al traste.
Lo sucedido últimamente, visto en perspectiva, encaja con la intención de Japón de replantearse su estrategia futura en la fabricación de semiconductores, que con los años ha ido decayendo hasta el 10% actual del mercado mundial. Cuando Ronald Reagan presidía Estados Unidos en los ochenta, Japón se consideraba una gran amenaza precisamente por su fortaleza en el mercado mundial de semiconductores y todos los productos electrónicos asociados con los mismos. Ahora, medio siglo después, el gran enemigo de Estados Unidos no es Japón sino China.
Hace unas pocas décadas, la industria electrónica de consumo japonesa era un gran consumidor de chips pero también un gran productor, porque fabricantes de televisores, vídeos y videocámaras como Matsushita (Panasonic), Sony, JVC, Sharp, Hitachi o la propia Toshiba hacían también chips para consumo propio y ajeno, además de pantallas de televisor, primero de tubo, después de plasma y finalmente LCD, que en el fondo eran semiconductores y controladores de señal de imagen.
También había una potente industria de equipos de telecomunicaciones, con NTT y Fujitsu al frente pero otros muchos fabricantes de equipos especializados, como analizadores de espectro, sin contar con los fabricantes de cámaras digitales, como Canon, Olympus, Minolta que adsorbió Sony, Panasonic, Fujitfilm o Nikon.
Esta última compañía, junto a Canon y Olympus, también producían equipos fotolitográficos para fabricar chips. Muchas de estas compañías siguen en el negocio, pero su producción es una sombra de lo que era, porque se ha externalizado a China o simplemente se han quedado con una parte muy minoritaria del mercado. Ha ocurrido como en Estados Unidos, que es más rentable subcontratar la producción a países como China, con la pérdida de know how (un concepto muy en boga hace pocas décadas) correspondiente. La rentabilidad corta prima ahora sobre la experiencia industrial.
TSMC fabricará chips en Japón para Sony
Otro indicador de que Japón va en serio en volver a ser alguien en la fabricación de chips es el acuerdo al que llegaron a finales de octubre Sony y TSMC para que ambas compañías inviertan conjuntamente en la construcción y gestión de una planta situada en Japón y destinada principalmente a la producción de chips que gobiernen los sensores de imagen de Sony. La compañía japonesa es uno de los grandes líderes mundiales, tanto en los sensores utilizados en los smartphones, con la mitad de la cuota mundial, como cámaras fotográficas o de videovigilancia. En cambio, sufre lo indecible para conseguir chips para sus PlayStation.
Sería la primera vez que TSMC, el principal fabricante mundial de chips sofisticados por encargo, junto con Samsung, dispone de una planta en suelo japonés. Está previsto que la construcción empiece el año que viene y la producción arranque a partir de 2024. El coste aproximado del proyecto es de un billón de yenes, unos 8.800 millones de dólares. El presidente ejecutivo de TSMC, C.C. Wei, dijo a mediados de octubre que su compañía ha recibido el soporte tanto de Sony como del Gobierno japonés para proceder a la inversión.
Evidentemente, el proyecto lleva meses gestándose, pero a nadie se le escapa que, por una parte, la actual crisis en el aprovisionamiento de chips ha influido en la decisión de Sony de contar con un suministro estable de chips para un producto tan estratégico como sus sensores de imagen. Pero, por otra, ha coincidido con la intención del Gobierno japonés de ser más autosuficiente en chips y el cambio de Primer Ministro y el nombramiento de un coordinador en materia de alta tecnología, como Takayuki Kobayashi, lo ha acabado de impulsar.
Según Wei, esta inversión de TSMC en Japón no forma parte del plan trienal de la compañía taiwanesa de invertir 100.000 millones de dólares. La planta se centrará en la fabricación de chips muy especializados en el control de varios componentes, desde sensores de imagen a microcontroladores. Estos chips estarán fabricados con reglas de diseño de 22 a 28 nanómetros, porque este nivel de integración es el considerado más idóneo para su finalidad.
Según parece, la distancia física del tamaño entre transistores indicada no es muy diferente de las generaciones de chips conocidos como de cinco o tres nanómetros, o la futura de dos nanómetros, porque en estos últimos casos se trata más de una denominación comercial a la hora de señalar su nivel de sofisticación que de la distancia física entre las puertas de los transistores; al menos desde los 14 nanómetros no hay una relación directa entre su denominación en nanómetros con la distancia física entre pistas de los circuitos electrónicos. Esto quiere decir que el nivel de sofisticación y de integración de funciones de un chip de la planta conjunta de Sony y TSMC puede ser similar a los otros chips de propósito y funciones más genéricas.
Planta de TSMC para Sony y otros clientes
La planta que TSMC construirá en la prefectura japonesa de Kumamoto servirá para abastecer tanto las necesidades de Sony como de otros clientes, en principio japoneses. El Gobierno japonés ha sido hasta ahora muy parco en los detalles de su involucración, aunque un portavoz del METI, el ministerio de Economía, Industria y Comercio Exterior, ha señalado a la prensa nipona que la implicación del Gobierno no cruzará ninguna de las líneas rojas de la Organización Mundial del Comercio (WTO en las siglas inglesas), como subsidios a la exportación. Tampoco, añadió el portavoz, el capital público proveerá de subsidios regulares a la planta. Un documento del METI de 2019 señalaba que el soporte gubernamental sería a través de proveer de subsidios al sector privado.
La inversión conjunta de TSMC y Sony, cualesquiera que sea el soporte estatal japonés, supone un cambio en la política tradicional de TSMC de invertir en plantas en situadas en la isla de Taiwan. En 1996, TSMC hizo una inversión conjunta con las compañías estadounidenses Analog Devices y altera (que después fue adquirida por Intel), pero en el 2000 TSMC compró las participaciones de las compañías estadounidenses.
TSMC, debido a la insistencia de Donald Trump, está construyendo una planta en el estado de Arizona, pero en principio será propiedad exclusiva de TSMC, al margen de que pueda recibir diversos subsidios de diversas instancias públicas de Estados Unidos. En Alemania, también se habla de que TSMC construya una planta y abastezca a diversos clientes de la Unión Europea, aunque no hay nada firmado (tampoco parece que sea el caso de Sony, aunque esté muy avanzado).
El interés de China porque Taiwan pase a formar parte integral de su país también puede haber influido en el interés de TSMC de poner fábricas fuera de su isla. Y para Japón, estrechar lazos con Taiwan puede convenirle, primero para que sus grupos industriales abastezcan de más productos a sus fábricas de chips y, también, para intentar frenar en lo posible las ansias expansionistas de China, que tiene a Taiwan muy cerca. Pero Japón debe medir muy bien sus alianzas, porque también tiene mucho interés en aprovisionar de productos para las fábricas de chips a la China continental.
Los intereses estratégicos de Estados Unidos, la Unión Europea y ahora Japón se suman así a la necesidad de asegurarse un aprovisionamiento estable de chips mientras se intenta ser lo máximo de autosuficiente. Y, todo ello, sin tensar en exceso las relaciones con China, como está viendo Joe Biden, porque el mundo es cada vez más interdepediente, y no sólo con cambio climático.