El tráfico global en las redes de telecomunicaciones ha aumentado en torno al 25% respecto a los niveles anteriores de la pandemia y todo indica que se ha estabilizado y se mantendrá en este nuevo nivel en los próximos meses, según la última actualización de 4 de junio de Nokia Deepfield. El obligado confinamiento ha hecho que se utilizara más la infraestructura existente de telecomunicaciones, tanto la red móvil 4G como, sobre todo, la red fija de fibra óptica, que ha soportado de forma admirable el súbito incremento de tráfico; especialmente en España, gracias al extenso tendido de fibra óptica, uno de los más elevados del mundo.
La crisis económica, social y medioambiental que sufre todo el mundo, agudizada por la pandemia del Covid-19, ha hecho que la utilización de las redes 5G sea totalmente ignorada por la gran mayoría de consumidores y empresas, al menos de Occidente. Han naufragado los planes previstos hace casi dos años, con la aprobación de la norma Non Stand Alone (NSA) que permitía desplegar redes 5G con infraestructura 4G y acelerar así la compra y uso de smartphones 5G por parte de los consumidores a partir de mediados de 2019.
A finales del año pasado ya se veía que el ritmo de adopción de 5G estaba por debajo del previsto, pero la irrupción de la pandemia le ha dado el golpe de gracia, sin que haya previsión de remontada. Parte del problema de esta parálisis del uso de 5G en Occidente, sostienen los críticos, es que la tecnología se promocionó en exceso, cuando no se habían desarrollado aún los equipos necesarios para tener una infraestructura realmente 5G, la Stand Alone, ni tampoco las aplicaciones, fundamentalmente empresariales, que debían incentivar el uso de 5G y poner en marcha el círculo virtuoso.
El debate de fondo actual es hasta qué punto 5G es un verdadero salto adelante y no una simple evolución de 4G, porque determina si es necesario, o no, instalar equipos totalmente nuevos
Pero el debate de fondo actual es hasta qué punto la tecnología 5G es un verdadero salto adelante y no una simple evolución de la 4G. La distinción es importante, porque si 5G fuera una evolución se podría ir ampliando la infraestructura y cobertura de 4G en los próximos años y, en paralelo, instalar redes 5G compatibles con 4G sin demasiada urgencia. Si 5G es una revolución, mejor olvidarse de las redes 4G e instalar todo 5G a partir de ahora.
El dilema es crucial, sobre todo para los operadores que ya disponen de una buena infraestructura de red móvil 4G. Bouyghes Telecom calcula que la inversión para una red 4G amplia es de 8.000 a 10.000 millones de euros, con una vida útil y plazo de amortización de diez años. Lo habitual, hasta ahora, ha sido la evolución tecnológica, con redes móviles progresivamente mejoradas, dentro de la misma generación, mientras se iban instalando las redes de la generación posterior y solapándose con las anteriores.
Esta evolución tecnológica comportaba, a su vez, el mantenimiento de los suministradores, al menos para interconectar equipos de distintas generaciones. Los fabricantes de equipos de red disponen de tecnología propia y la interconexión entre equipos de distintos fabricantes debe hacerse a un nivel superior. Cada fabricante, además, debe mantener los equipos procedentes de anteriores absorciones de empresas. En el caso de Nokia, por ejemplo, de Alcatel, Lucent-ATT, Siemens y los correspondientes de Nokia. Alguna central debe haber que aún funcione y proceda de las compañías CIT-Alcatel e ITT fusionadas por Alcatel a finales de los ochenta.
El senador estadounidense Tom Cotton aseguró a un grupo escogido del comité de Defensa del Parlamento británico que “5G es un salto tecnológico de tal magnitud respecto a 3G y 4G que condicionará el futuro y seguridad de las economías de nuestros países”. Y añadió: “Utilizando tecnología de Huawei o de ZTE sometida al Partido Comunista Chino es como si hubiéramos dejado a los adversarios de la Guerra Fría construir nuestros submarinos o tanques”. El argumento está claro: si 5G fuera algo menos revolucionaria de lo que asegura Cotton, como por ejemplo el paso a 3G o 4G, sería aceptable que Huawei o ZTE instalaran equipos 5G en Occidente. De ahí la importancia de debatir si 5G es una evolución o una verdadera revolución.
La cuestión sería meramente académica si se discutiera sobre una tecnología a diez o veinte años vista, como pasa ahora por ejemplo con 6G. El problema es que Boris Johnson, Primer Ministro del Reino Unido, decidió en enero que los equipos de red 5G de Huawei no podrían superar el 35% del total de la red en 2023 ni participar en la red troncal o cerca de lugares sensibles, como instalaciones militares o aeropuertos, por los riesgos que, se sostenía, ello comportaba.
BT, que tiene gran parte de su red adjudicada a Huawei gracias a veinte años de relaciones comerciales, cifró en enero el coste de encontrar un suministrador alternativo en más de 500 millones de libras y Vodafone, menos dependiente de Huawei, en más de 200 millones. Pero es que el mes pasado, pese a que los equipos de Huawei habían pasado todas las pruebas de seguridad de sus expertos, Boris Johnson decidió que se debían quitar completamente los equipos de Huawei antes de 2023.
“El Reino Unido perderá su liderazgo en 5G si los operadores móviles se ven forzados a gastar tiempo y dinero para reemplazar los equipos existentes”, según Scott Petty, director de tecnología de Vodafone UK
El coste para los operadores británicos puede duplicarse, aparte de que la red 4G que ya tienen de Huawei no se podrá utilizar para 5G porque los equipos deben ser del mismo suministrador. El cambio de suministrador, además, deberá hacerse cuando todas las previsiones apuntan a un estancamiento, cuando no caída, de los ingresos de los operadores en los próximos años, y más en la situación actual. Scott Petty, máximo responsable de tecnología de Vodafone en el Reino Unido, asegura que “el Reino Unido perderá su liderazgo en 5G si los operadores móviles se ven forzados a gastar tiempo y dinero para reemplazar los equipos existentes”, como publicó ayer el Financial Times.
BT, Vodafone y Three utilizan equipos de Huawei en las redes 5G recientemente introducidas. Curiosamente, esto puede dar ventaja al cuarto operador, O2, filial de Telefónica, que hace unos días llegó a un acuerdo para fusionarse con Virgin Mobile y no utiliza equipos de Huawei. El principal perjudicado será, así, el operador dominante y de toda la vida en el Reino Unido, British Telecom, ahora más conocido por BT. La situación es tan compleja que el Gobierno británico ha pedido asesoramiento a la japonesa NEC, según Bloomberg, y podría ser un futuro suministrador. NEC, como la coreana Samsung, están ansiosos por poner un pie en el Viejo Continente y extender el alcance de sus reconocidas tecnologías de telecomunicaciones, con lo que ha acudido raudo a la llamada.
Mientras, Huawei ha iniciado una amplia campaña publicitaria para intentar revertir la situación y enfatiza el compromiso comercial y tecnológico que la compañía china ha mantenido con los operadores del Reino Unido en los últimos veinte años, al tiempo que recuerda que la solución de red inteligente IP de Huawei pasó muy recientemente la exigente prueba de seguridad del European Advanced Networking Test Center (EANTC).
Huawei empezó en 2011 a colaborar con el National Cyber Security Centre (NCSC) británico y dejó que inspeccionara a fondo sus operaciones con el Huawei Cyber Security Evaluation Centre. Los especialistas, sin embargo, dudan que estas iniciativas de Huawei tengan algún efecto mientras la compañía siga en la lista de “suministrador de alto riesgo”, como ahora está calificada.
Quizás por ello, Liu Xiaoming, embajador chino en el Reino Unido y uno de los representantes del ala diplomática dura de China, o “lobos guerreros” como se les conoce, no fue tan sutil y sugirió el fin de semana pasado que anular los contratos a Huawei podría hacer que las compañías chinas abandonaran los planes de construir centrales nucleares o la red ferroviaria de alta velocidad HS2, dos proyectos muy acariciados por el Gobierno británico, según ha publicado el Sunday Times.
Victor Zhang, que anteriormente había sido consejero delegado de Huawei en el Reino Unido y que ahora lleva las relaciones con Bruselas, se ciño a la posición oficial al asegurar que “somos una compañía independiente de cualquier Gobierno, incluido el chino, y únicamente una organización comercial”, en respuesta a lo que había publicado el periódico respecto a su embajador. “Huawei siempre promueve el mercado abierto y la política de libre comercio, de la que el Reino Unido es un firme defensor”, para añadir que lo último que se desea es una disputa y guerra comercial.
El conflicto que Estados Unidos mantiene contra Huawei no parece que remita. Especialmente ahora, que ha obligado a la taiwanesa TSMC a que deje de venderle a Huawei los chips que le fabrica, pero con diseño de Huawei. Ayer, justamente, el influyente Wall Street Journal dedicó un extenso editorial con el título de “Huawei y la guerra tecnologíca entre Estados Unidos y China”, en el que aseguraba que “Estados Unidos no está simplemente sancionando a una firma que se porta mal”, sino que puede “acelerar la fractura de al menos una parte de la economía mundial en dos esferas de influencia”.
Probablemente, nunca un tema tan abstruso como la fabricación de semiconductores o una tecnología como 5G había sido objeto de tanta atención por parte de los políticos o los principales medios de comunicación. Aunque es importante, como destaca el mismo editorial, “reconocer la magnitud de lo que está sucediendo”.