La industria estadounidense de semiconductores está sumamente preocupada por la escalada del conflicto comercial entre las dos superpotencias, porque su negocio está ligado a China, tanto para que les compre como para que les fabrique y ensamble sus chips. Para mayor desgracia, el mercado mundial de semiconductores está en plena recesión: cayó el 12% el año pasado, de 476.000 millones de dólares en 2018 a 420.000 millones en 2019, por debajo incluso de la facturación de 2017.
Para este año estaba prevista una notable recuperación de las ventas de chips pero ahora, con la pandemia, todos firmarían si se alcanzara la cifra del año pasado. En su estimación del mes pasado, por ejemplo, la consultora Gartner prevé una caída del mercado de semiconductores del 0,9% en 2020 cuando en diciembre se aventuraba un crecimiento del 5%.
Ciertamente, Estados Unidos controla el mercado de semiconductores, pero su dominio depende en gran medida de China. La consultora IC Insights calcula que China fabricó circuitos integrados por valor de 19.500 millones de dólares el año pasado, el 15,7% de su mercado interno, que es de 125.000 millones de dólares.
La misma consultora estima que el mercado mundial de circuitos integrados fue en 2019 de 358.400 millones de dólares, lo cual significa que el mercado chino es el 35% del mundial (el mercado de circuitos integrados es el 80% del mercado de semiconductores; el otro 20% es de sensores, optoelectrónica y circuitos discretos).
Como también indica el gráfico inferior, se prevé que el mercado chino de circuitos integrados crezca el 11% en los próximos cinco años y su producción el 17%, con lo que China pasaría a fabricar en 2024 el 21% de toda su demanda interna. De ahí que la Administración Trump Estados Unidos esté horrorizada, porque China será cada vez más autosuficiente en un producto tan estratégico como son los chips a mediados de esta década.
El panorama de la industria de semiconductores es mucho más complejo y la posición de Estados Unidos más débil de lo que podría parecer en un principio, porque gran parte de las compañías estadounidenses que venden chips con su marca no los fabrican sino que la subcontratan totalmente a otras compañías y los que son más sofisticados a la taiwanesa TSMC. Para colmo, China aloja muchas fábricas de chips de otros países en su territorio (fabs, en el argot del sector). Y no solamente de Estados Unidos sino también de Corea del Sur, Japón y Taiwan (con TSMC al frente).
Estos chips, una vez han sido fabricados en obleas de 300 y más milímetros de diámetro y en el interior de fabs que han costado varios miles de millones de dólares, son cortados, probados y encapsulados en China y en otros países del Sudeste asiático. Y la gran mayoría de ellos ya no se envían a sus clientes sino que se remiten a los ensambladores de componentes y equipos finales, también situados muy mayoritariamente en el Sudeste asiático.
Estados Unidos domina el mercado mundial de semiconductores pero sus compañías son altamente dependientes del importante mercado chino y de las fábricas de chips radicadas en China y Taiwan
El cliente final, cada vez más, especifica los productos que quiere y se les envía al cabo de un tiempo perfectamente ensamblados, verificados y empaquetados por compañías que emplean a millones de asiáticos muy cualificados y con maquinaria altamente sofisticada y automatizada. La taiwanesa Foxconn es un ejemplo típico de gran integrador, con Apple como uno de sus clientes importantes. Pero otras compañías estadounidenses que venden la gran mayoría de componentes y productos de telecomunicaciones e informática con su propia marca, como Qualcomm, Broadcom, NVidia, HP o Dell, tampoco fabrican sus chips.
La industria del 5G es altamente dependiente de un componente minúsculo y a la vez crucial como el chip, y además de los más sofisticados que existen. Por eso parece oportuno analizar el complejo entramado productivo de los semiconductores y por qué el Gobierno de Estados Unidos pretende, y quizás consiga, que ninguna compañía pueda suministrar chips a Huawei si utiliza alguna patente o línea de producción estadounidense en toda la cadena de fabricación de chips, que abarca gran parte de la misma, pero también las dificultades que tendrá para conseguir su propósito. La orden ejecutiva de hace justo un año de prohibir a las compañías estadounidenses vender chips a Huawei apenas tuvo efecto, porque se encontró la forma de cortocircuitarla. Por eso ahora se quiere abarcar ahora toda la cadena productiva mundial de semiconductores.
En las dos siguientes tablas aparecen ordenados los principales suministradores mundiales de semiconductores. En la de IC Insights, por el importe de sus ventas de semiconductores a terceros en el primer trimestre y en la de Gartner por su facturación en 2019, bajo su propia marca. Salta a la vista en el primer caso la inclusión de TSMC en tercera posición y con un crecimiento brutal, del 45%, cuando en la segunda ni se menciona. Y HiSilicon aparece en la primera lista en décimo lugar, con otro crecimiento impresionante, una compañía que produce chips para un único cliente y propietario, Huawei.
Ambas tablas son ciertas. En la lista de Gartner con los primeros diez suministradores de semiconductores por facturación, seis son estadounidenses, dos coreanos (Samsung y SK Hynix), uno franco-italiano (ST Microelectronics) y otro holandés (NXP, antes Philips y que en abril de 2017 quiso comprar Qualcomm, pero la operación fue vetada precisamente por China). Ningún chino ni taiwanés. En cambio, en la lista de IC Insights salen también seis estadounidenses y dos coreanos, junto a un taiwanés en tercera posición y un chino en la décima. Ningún europeo.
La explicación reside en que en la lista de IC Insights figuran las compañías que fabrican y venden chips con su marca, las que fabrican chips pero no los venden con su marca (las llamadas foundry, en este caso TSMC) y las que venden chips pero no los fabrican (las fabless). HiSilicon, la filial de semiconductores de Huawei, es un híbrido de foundry y fabless, porque fabrica chips y también compra los más sofisticados y a medida a TSMC, que envía directamente a terceras compañías, que son quienes los integran en las placas de los equipos finales, sin que necesariamente Huawei tenga constancia de ello ni haya hecho el pedido. Con los chipset más sofisticados de Qualcomm, que generalmente son fabricados también por TSMC, ocurre algo parecido: van directamente al integrador del smartphone.