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Crece el despliegue de redes IoT, con mejores aplicaciones

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El despliegue y la utilización de redes IoT móviles (LTE-M y NB-IoT) están creciendo a buen ritmo, gracias al beneficio que ofrecen a las empresas usuarias y al mayor número de aplicaciones desarrolladas para distintos sectores verticales. Para los operadores, su utilización supone mayores ingresos para su red de telefonía móvil, aunque el empleo a gran escala de las redes IoT requerirá la recogida y gestión de la información mucho más automatizada que en la actualidad para que sea efectiva. Se prevé que este año se generalice el uso de las redes IoT móviles, al empezar a resolverse los problemas derivados de la seguridad, integración y coste del servicio. La mayor disponibilidad de dispositivos IoT más versátiles y económicos facilitará el mayor uso de las redes, con la vista puesta en 5G para una mayor optimización de sus posibilidades.

En la actualidad existen en todo el mundo 127 redes IoT móviles, 35 LTE-M y 92 NB-IoT, según datos recientes de GSMA, la asociación que reúne a los principales operadores de telecomunicaciones mundiales. La mayoría de operadores ofrece redes IoT en las principales ciudades de los países en que tienen presencia. En España, por ejemplo, tanto Vodafone como Telefónica disponen de redes NB-IoT y Orange cuenta con redes de ambos tipos, LTE-M y NB-IoT. De hecho, Vodafone lanzó en España una de las primeras redes NB-IoT comerciales, en 2017, y ahora cuenta con unas 1.000 estaciones base en las siete principales ciudades del país.

La disponibilidad de redes IoT móviles e, incluso, un número relativamente elevado de dispositivos conectados no tienen mucha importancia si no se gestionan adecuadamente los datos que generan los dispositivos y recogen las redes. Es la información que se extrae de estos datos y las acciones que se llevan a cabo como consecuencia de esta información lo que crea valor y beneficio para los consumidores, empresas y sociedad en su conjunto, como precisa Sylwia Kechiche, destacada analista de GSMA en el tema de IoT.

Todas las consultoras coinciden en que en los próximos cuatro años se producirá una verdadera explosión de dispositivos o sensores IoT instalados. Aunque en la actualidad los sensores IoT aplicados al mercado de consumo son los más numerosos en cuanto a volumen en unidades, serán las aplicaciones empresariales, enfocadas hacia segmentos de actividad muy concretos, las que liderarán los despliegues. GSMA Intelligence prevé para 2025 un total de 13.300 millones de conexiones IoT para aplicaciones empresariales de todo tipo y tamaño, el 54% del total. Las aplicaciones de consumo continuarán siendo muy numerosas pero proporcionarán beneficios sobre todo a los usuarios particulares y serán más intangibles.

Tener redes IoT móviles y muchos dispositivos conectados no importa si no se gestionan adecuadamente los datos que recogen las redes y generan los dispositivos

El objetivo principal de las empresas que instalan sensores IoT es aumentar la productividad, reducir costes y ofrecer mejores productos y servicios y, si es posible, a medida de las necesidades de sus clientes. Pero para lograrlo hay que recoger información relevante, procesarla, analizarla y volcarla en los procesos del negocio en particular, y mejor si es en tiempo real. Ello requiere el empleo de unas aplicaciones muy bien diseñadas y específicas, que necesariamente requiere destinar amplios recursos y actualizarlas periódicamente para corregir errores de funcionamiento o de detalles del planteamiento inicial.

La necesidad de amortizar la inversión de una determinada aplicación exige que el sector vertical al cual va dirigida sea amplio y con muchos usuarios, o que los beneficios previstos para una aplicación muy concreta y con pocos usuarios sean muy elevados. En cualquier caso, el desarrollo de una red IoT y una aplicación muy potente y depurada dependerán del beneficio esperado por gestor de la red, que normalmente será el operador, público o privado, y las empresas usuarias.

Los retos con que se enfrentan las empresas que quieren desplegar una red, independientemente de su tamaño, siempre tienen que ver con su integración, mantenimiento y seguridad, como destaca Kechiche. Se tiende, generalmente, a empezar con proyectos de redes IoT de tamaño reducido, para corregir más fácilmente los problemas, y ampliar poco a poco su alcance. El problema es que con varios proyectos pequeños no se logran los beneficios derivados de un gran proyecto integrado, con la realimentación de la información procedente de distintos frentes.

Hace pocos días, el Gobierno del Reino Unido anunció un proyecto de ley destinado a aumentar la seguridad de los dispositivos destinados al mercado de consumo y proteger de esta forma a millones de consumidores de la amenaza de ciberataques. Matt Warman, responsable de los temas digitales y de banda ancha, dijo que la ley formaba parte de los esfuerzos de su Gobierno para que el Reino Unido sea “el sitio más seguro en temas online” y que la ley se pondrá en marcha tan pronto como sea posible.

Las medidas se tomarán conjuntamente con el Centro Nacional de Ciberseguridad y se requerirá que los fabricantes de dispositivos IoT de consumo incluyan palabras de paso única para cada usuario y se prohíban las que vengan por defecto de fábrica. También se quiere que haya un sitio para informar de las vulneraciones y que las actualizaciones de seguridades se hagan en un corto periodo de tiempo. Se promoverá la “seguridad intrínseca” a la hora de diseñar los dispositivos y no desarrollarlos después de su fabricación.

El problema que se plantea es que el mercado de dispositivos IoT para consumo es tremendamente amplio y fragmentado, aparte de muy incipiente. Muchas empresas persiguen que sus aparatos se conecten con todo y para todo, con lo que las posibilidades de que algo salga mal y existan fugas de información son elevadas, lo cual es especialmente problemático con los aparatos destinados al control de la salud, un mercado particularmente fértil pero con datos sensibles y que deben ser protegidos. Una ley muy restrictiva hará que muchas compañías no ofrezcan productos por temor a ser sancionados por vulnerar la privacidad de los consumidores.

O2 acaba de poner en marcha una red móvil LTE-M en el Reino Unido para distintas aplicaciones mientras Vodafone ha hecho lo mismo con una red NB-IoT para videovigilancia

En el mercado de consumo es más frecuente el uso de sensores IoT que utilizan las bandas sin licencia, como Wi-Fi, Bluetooth, z-Wave y otras redes inalámbricas de baja frecuencia. Para un uso empresarial, se prefiere emplear la red de telefonía móvil porque ofrece mayor garantía de seguridad, tanto las que trabajan con los estándares LTE-M o NB-IoT como las redes 3G o 4G , o incluso las 2G, muy empleadas en todo el mundo para aplicaciones como lectura de contadores.

Los dispositivos IoT basados en los estándares LTE-M y NB-IoT tienen varias ventajas para los desarrolladores de aplicaciones, como son su mayor alcance y radio de cobertura que los dispositivos sin licencia así como el menor consumo de energía y coste más reducido. Sin embargo, también tienen limitaciones, como que se deben actualizar de forma remota de vez en cuando. Como son dispositivos con muy bajo ancho de banda, la congestión de las redes IoT móvil es un problema, especialmente si son muy densas y de gran uso. La comunicación remota puede ser en un sentido o en otro, pero no en ambos simultáneamente, lo cual hace que la actualización del dispositivo sea problemático porque está ocupado enviando datos.

La solución es tener una red altamente automatizada y que a través del software de gestión de red se sepa cuándo un sensor está disponible para su actualización o la incorporación de nuevas funciones sin necesidad de estar intentándolo una y otra vez. Con la profusión de dispositivos conectados a las redes IoT, la complejidad de su gestión aumenta de modo exponencial, y será prácticamente imposible de manejar con 5G si las redes no están totalmente automatizadas y funcionan autónomamente, sin problemas.

El avance de las redes IoT, sus aplicaciones y su uso requiere necesariamente tiempo; primero para su despliegue, después para el desarrollo de aplicaciones fiables y, finalmente, que su implantación sea efectiva y produzca resultados tangibles a sus usuarios. Todo ello se está produciendo a buen ritmo, aunque probablemente más lentamente de lo previsto hace un par de años.

Hace unos días, O2, la filial de telefonía móvil de Telefónica en el Reino Unido, anunció la puesta en marcha de una red LTE-M con 50 células desplegadas en 50 localidades del Reino Unido y con la voluntad de que su implantación sea nacional a finales de este año. Esta red nacional LTE-M permitirá, según la compañía, el desarrollo de múltiples aplicaciones, como el rastreo y localización de todo tipo de aparatos, la conexión de las farolas de alumbrado público, los sensores en los aparcamientos y alerta de plazas libres o la monitorización de espacios públicos, entre otros.

También Vodafone ha puesto en marcha en el Reino Unido lo que llama Smart Vision y que es un nuevo conjunto de aplicaciones de videovigilancia destinadas a mejorar la seguridad y a lograr mayores eficiencias en su utilización, tanto en las empresas públicas como privadas que lo utilicen. La solución ha sido desarrollada conjuntamente con la compañía Digital Barriers (en la fotografía superior) y está preparada para 5G. Son dos muestras del progreso que se está produciendo en el despliegue de redes IoT con tecnología móvil.